viernes, 6 de octubre de 2017

UN SUENO EROTICO

UN SUEÑO ERÓTICO
                                         “Acaso sueño haber soñado” BORGES
El ascensor mostraba sus achaques. Una hermosa mujer entró en él en el exacto lugar que debía ser. Delante mío. Muy junto a mí. Un huracán interior se desató. La máquina con sus movimientos nos fueron propicios. Mi corazón latía con fuerza y no pude controlarlo. Cuando llegamos al 12 una señora corpulenta a semejanza de un enorme árbol pretendió salir con reciedumbre contra todo lo que se le oponía. Entre ellos a nosotros dos. 
Cuando llegamos al 13 nuestros cuerpos cuchicheaban sobre amor.
Desperté con alguien. No sé quién era pero desde entonces me hice súbdito de la belleza.

ALBERTO FERNANDEZ (Furnita)

OBJETIVO EQUIVOCADO



OBJETIVO EQUIVOCADO

El nauta emprendió una excursión sideral.  Empecinado en su búsqueda pretendía entrar en esa inmensa tumba negra del cosmos. Sobrepasó su pueblo, las costas los mares y los horizontes. Inspeccionó planetas o  piedras que giraran alrededor del  Sol o de Venus o Plutón.  Tal vez también de astros moribundos. Buscaba parecidos a seres humanos con dos brazos y dos piernas. Cerebros más desarrollados para que nos ayuden a inventar  inútiles cosas.  Pero nada. Todas las naves les dijeron  que no. Que el infinito está vacío de razas, de religiones, de ideologías. Negados de memorias. En un penoso accidente  sus artefactos ópticos no descendieron donde debían hacerlo. Más cerca de lo que pensaba. Ahí  en África en América en Asia  en todo el planeta Tierra. ¿No era que buscaba desventurados en este universo? Miles de ojos fijos lo miraron: menesterosos, indigentes.  Mujeres y hombres esclavos y marginados con facciones de socorro. Todos preguntaron por qué eran los olvidados del firmamento. Desclasados del amor.

ALBERTO FERNANDEZ

jueves, 5 de octubre de 2017

EL CIELO EN SUS LABIOS



EL CIELO EN SUS LABIOS

Fue el día que olvidó mirar la Luna. Nunca lo había hecho. El primero.  Como si recién hubiera nacido. Recordó que la vio entrar con pasitos callados. Observó el flotar de su pollera cuando bailaba. La amó. Nunca había resonado esa palabra en su lenguaje. Supo su nombre y ya perteneció a su vida. Desde entonces no importaba el cielo si en sus labios se conjugaba  todo el Universo.

ALBERTO FERNANDEZ

LA MAÑANA DE LA TRISTE SOLEDAD



LA MAÑANA DE LA TRISTE SOLEDAD

Sin saludarme se levantó de la cama. Restaron perfumes de un enjambre de amaneceres. Fue  hacia el baño y salió ataviada con un vestido azul. Bajamos al salón comedor. Pidió un pocillo de café. Tras  abundante azúcar lo endulzó. Sin hablarme  bebió de a sorbos. Dejó la taza y abrió su cartera. Con un rouge se pintó los labios. Sin mirarme ni hablarme se puso de pie y tomó  el tapado.  Enfiló hacia la puerta  y marchó. Solo recién notó el sol frío de la mañana y se abrigó.  Entonces oculté mi rostro y lloré.

ALBERTO FERNANDEZ

SIRENA AZUL



SIRENA AZUL

Venía de las más profundas honduras. Vestía gemas gastadas. Residuos de la corrosión de antiguos barcos hundidos. Conocía la historia de las tempestades. Sus  hermanas  le cantaron a Ulises. Horadaba la noche cuando apareció en la playa. Él estaba en su casilla cuando destruyó su sueño y perforó el corazón más hondo del silencio. Vestida de azul teñida por el mar, su madre, apareció ante su lecho. El viento le sacudió el cabello. El hombre de manos grandes y mirada oscura la invitó a amarla. Ella le demandó transformarse en carne y hueso. Imposible la promesa. Seguirá por siempre azul como vino y dormirá en su cama hasta que el Sol interrumpa el encantamiento y reste tan solo un cementerio de besos.


ALBERTO FERNANDEZ

miércoles, 4 de octubre de 2017

EL TIEMPO TRANSITA POR LAS CALLES



EL TIEMPO TRANSITA POR LAS CALLES.


El tiempo eterno pasajero
 

Pasaron algunos años. Podrían ser 5 o 6 o 10 tal vez Ella lo esperaba desde el alba hasta la noche en las calles más transitadas. Por allí pasaban coches y personas. Muchos la vieron en mediodías incendiados de verano. Gélidos inviernos. La rozaban viajeras hojas del otoño y la ansiada primavera. A veces llovía. No lo recordaba. Tal vez el viento volaba tejados o acaso la luna se filtraba a través de los árboles. Había una jornada que le estallaba en la cabeza y era el 8 de diciembre. Ahora estaba muy segura que ese fue el día en que la tomó con su brazo y la besó. Abrazados rieron y caminaron  juntos durante años por las calles de la vida.


ALBERTO FERNANDEZ