EL
NAVEGANTE
A las once
de la mañana la conocí en un bar. A las doce vi su figura desnuda. A la una de
la tarde nos besamos. A las dos llené su cántaro de fuego. Luego la perdí en la
muchedumbre de los hombres sin cara en la protesta sindical. No tuve otra
chance que confundirme en ese grupo. Levantar una bandera y asumir mi propio
reclamo. Como en la simetría del Universo tampoco fui oído. Seré para siempre
navegante del recuerdo.
ALBERTO
FERNANDEZ (Furnita)
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