sábado, 7 de enero de 2017

EL NAVEGANTE

A las once de la mañana la conocí en un bar. A las doce vi su figura desnuda. A la una de la tarde nos besamos. A las dos llené su cántaro de fuego. Luego la perdí en la muchedumbre de los hombres sin cara en la protesta sindical. No tuve otra chance que confundirme en ese grupo. Levantar una bandera y asumir mi propio reclamo. Como en la simetría del Universo tampoco fui oído. Seré para  siempre  navegante del recuerdo.

ALBERTO FERNANDEZ (Furnita)


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