MARÍA
La llamó María. Supuso que se llamaba así porque todas las mujeres se deberían llamar
de esta
manera. Por primera vez parada
en la estación la vio en el andén opuesto cuando el tren se detenía.
Más allá de las ventanas en las callecitas de
París estaba ella. Flotaba en la luz de la noche estrellada.
En los jardines
escondida tras los setos del laberinto. En el museo un cuadro de Rembrandt
Betsabé
pero con su rostro. De pie pero
lejos en la Torre. Nunca llegaba
a acercarse. Siempre lejana. En otra
latitud. Invitado a la cena en la silla
distante. Hablarle decirle que la quería. Tocarla Acariciar su
cuerpo. La bendición de un beso. Todo negado. Cuando
orilló el Sena vio cómo su cuerpo flotaba en
la superficie de las aguas. Ella
le acercó un pañuelo. El mismo que tenía
en sus manos cuando
despertó. Nadie supo ni sabrá quién era María. Su silencio
y su secreto.
ALBERTO FERNANDEZ (Furnita)
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