lunes, 9 de enero de 2017

MARÍA



La llamó María. Supuso que se llamaba así   porque todas las mujeres se deberían llamar de  esta 

manera. Por primera vez parada en la estación la vio en el andén opuesto cuando el tren se detenía.  

Más allá de las ventanas en las callecitas de París estaba ella. Flotaba en la luz de la noche estrellada. 

En los jardines escondida tras los setos del laberinto. En el museo un cuadro de Rembrandt Betsabé 

pero con su rostro. De pie pero  lejos en la Torre. Nunca  llegaba a acercarse. Siempre lejana. En otra 

latitud. Invitado a la cena en la silla distante. Hablarle decirle que la quería. Tocarla Acariciar su 

cuerpo.  La bendición de un beso. Todo negado. Cuando orilló el Sena vio cómo su cuerpo flotaba en 

la superficie de las aguas. Ella le acercó un pañuelo. El mismo que  tenía en sus manos cuando 

despertó. Nadie supo ni sabrá quién era María. Su silencio y su secreto.




ALBERTO FERNANDEZ (Furnita)

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