UN CUENTO PARA NIÑOS
Acostado como para dormirse me pidió que le contara un
cuento. Era una rutina que utilicé con todos
mis hijos. Se me ocurrió actualizar
“El gato con botas”. Mucho no me acordaba pero igual se lo
relaté.
En el reparto de bienes al gato le tocaba muy poco. Por ello los dos hermanos decidieron regalarle
un par de botas. Fue siempre su
deseo y desde entonces no se las quitó nunca.
Se enteró que el hombre más rico de la ciudad pagaba con
dólares a quienes les trajeran bolsas
con
champiñones. Desde un bosque cercano, a diario, recogía sacos llenos de ese
preciado hongo. A su
vez traía para sus hermanos grandes cantidades de
poderosos billetes.
La fortuna de esa singular familia iba en constante aumento.
El gato se apersonaba a lugares que
serían en el futuro posibles riquezas. Supo
que gracias a su calzado tan significativo los dueños las
entregaban sin
resistencia. Se adueñaron de campos fértiles y reservas naturales importantes. La
familia ya
era propietaria de pozos petroleros, lagos y ríos de agua dulce, enormes
extensiones con
tesoros en metales preciosos muy requeridos.
Después de tanta acumulación al astuto gato le quedaba
asumir el poder. A un hermano lo nombró
dictador, al otro secretario de obras
públicas y él, primer ministro.
Ya casi en somnolencia mi hijo me preguntó:
-¿Tanto pueden las botas papá?
-Sí, eso y mucho más, le contesté
Enseguida se durmió. El que no pudo hacerlo fui yo.
ALBERTO FERNANDEZ(Furnita)
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