martes, 10 de enero de 2017


UN CUENTO PARA NIÑOS



Acostado como para dormirse me pidió que le contara un cuento. Era una rutina que utilicé con todos 

mis hijos. Se me ocurrió actualizar “El gato con botas”. Mucho no me acordaba pero igual se lo 

relaté.

En el reparto de bienes al gato le tocaba muy poco.  Por ello los dos hermanos decidieron  regalarle 

un par de botas. Fue siempre su deseo y desde entonces no se las quitó nunca.

Se enteró que el hombre más rico de la ciudad pagaba con dólares a quienes les  trajeran bolsas con 

champiñones. Desde un bosque cercano, a diario, recogía sacos llenos de ese preciado hongo. A su 

vez traía para sus hermanos grandes cantidades de poderosos billetes.

La fortuna de esa singular familia iba en constante aumento. El gato se apersonaba a lugares que 

serían en el futuro posibles riquezas. Supo que gracias a su calzado tan significativo los dueños las 

entregaban sin resistencia. Se adueñaron de campos fértiles y  reservas naturales importantes. La 

familia ya era propietaria de pozos petroleros, lagos y ríos de agua dulce, enormes extensiones con 

tesoros en metales preciosos muy requeridos.

Después de tanta acumulación al astuto gato le quedaba asumir el poder. A un hermano lo nombró 

dictador, al otro secretario de obras públicas y él, primer ministro.

Ya casi en somnolencia mi hijo me preguntó:

-¿Tanto pueden las botas papá?

-Sí, eso y mucho más, le contesté

Enseguida se durmió. El que no pudo hacerlo fui  yo.



ALBERTO FERNANDEZ(Furnita)


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