lunes, 9 de enero de 2017

UNA SILLA

Sentada en su silla preferida, la sometida, abandonó todo. Deseos, hambre, amor. Sin respuestas ni 
preguntas subió al infierno en la misma forma. En igual posición. A la diestra de nadie. No pudo 
hablar, reír, llorar. Tampoco nunca más gozar. No pensó en la resurrección.
En su mano derecha un lápiz. Así, mirando estrellas, lunas y astros construyó un poema.


ALBERTO FERNANDEZ (Furnita)

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